¿Y si me separo de mi esposo y pruebo a vivir con el hombre del que me he enamorado…?

Traducción artística al español:

Hola. Soy una mujer joven, ama de casa, tengo una hija de cuatro años y un esposo. Hoy siento un profundo arrepentimiento por haber formado una familia de manera tan apresurada.
Mi esposo solo terminó la secundaria hasta noveno grado, mientras que yo actualmente estudio una maestría en horario nocturno. No solo nuestra educación es diferente, sino también la cultura, la forma de pensar y el entorno en el que crecimos. Por eso, entre nosotros siempre ha existido una gran brecha, una diferencia que nunca logramos cerrar.

Pero más allá de todo eso, el verdadero nudo de este matrimonio es que, desde que comenzamos a vivir juntos, no sé por qué ni cómo, mis sentimientos hacia él se fueron apagando. Cuando éramos novios todo era pasión, ilusión y cariño. Sin embargo, después del nacimiento de nuestra hija, comenzaron los desacuerdos constantes con mi esposo, los conflictos con mis suegros y una convivencia cada vez más pesada.

Claro que no soy perfecta; como dice el dicho, todos tenemos defectos. Yo también debo tener errores. Pero aun esforzándome al máximo, mi esposo se une a sus padres para regañarme, humillarme y llamarme con palabras hirientes. Tres personas contra una sola. Actitudes que jamás imaginé que él podría tener conmigo se repiten día tras día.

En algunas ocasiones, cuando pierde el control, incluso ha llegado a agredirme físicamente sin importarle que sus padres estén presentes. Y lo más doloroso es que mis suegros, aun viendo todo con sus propios ojos, no dicen nada, no lo detienen, simplemente se hacen a un lado. Todo esto se ha ido acumulando dentro de mí, hasta el punto de arrepentirme profundamente de haberme casado con él.

El año pasado, en noviembre, después de otra agresión frente a mis padres, reuní el valor para decir que debíamos separarnos y seguir cada uno su camino. Pero él, llorando, suplicando, dijo que pensara en nuestra hija, que no podía dejarla sin padre, que cambiaría, que no volvería a comportarse así y que hablaría bien de mí con sus padres. Confié. No me llevé mis cosas y decidí darle otra oportunidad.
Sin embargo, ni él ni sus padres cambiaron. Tal vez, después de escuchar que quería separarme, se volvieron incluso más duros. Y mis sentimientos… siguieron igual de fríos.

No estamos legalmente casados, no vivimos solos; vivimos en la casa de sus padres. Independizarnos no es una opción en los próximos cinco o seis años.
Actualmente me encuentro en otra provincia por una comisión de trabajo temporal, y traje a mi hija conmigo. Mi esposo se quedó en Ulán Bator.

Y aquí viene lo que más me confunde el corazón.
Desde el primer día que llegué a esta provincia, hace ya dos meses, me enamoré de un hombre de aquí… como si tuviera dieciocho años otra vez. Él estuvo casado antes; su esposa lo dejó y se fue al extranjero, y más tarde se llevó también a su hija. Hoy vive solo.

Entre nosotros surgió una conexión inmediata. Nos entendemos sin esfuerzo, incluso en las cosas más pequeñas. Por primera vez en mi vida sentí lo que es estar tranquila al lado de alguien. Al pensarlo bien, nunca me sentí así ni siquiera con mi esposo.
Si pudiera hacer lo que realmente siento, me quedaría aquí y probaría una vida junto a este hombre.

Aunque el tiempo es corto, se siente como si nos conociéramos desde hace años. Él sabe que soy una mujer casada, por eso no se atreve a pedirme abiertamente que me quede con él. Pero me dice que podría amar a mi hija como si fuera su propia hija. Su hija tiene casi la misma edad que la mía, y no la ve desde que tenía un año; siento que al mirar a mi niña, recuerda a la suya.

Pensar en regresar a Ulán Bator y volver a esa casa me provoca escalofríos. En cuanto al trabajo, tengo la posibilidad de extender mi comisión y quedarme aquí por un período largo.

No sé qué hacer.
¿Y si dejo a mi esposo… y pruebo una vida con este hombre?