La imagen es impactante incluso para quienes no tienen conocimientos médicos.

A simple vista se observa una pierna hinchada, con la piel tensa, brillante y un detalle que llama poderosamente la atención: al presionar con el dedo, la marca queda hundida durante varios segundos antes de desaparecer. No es una foto cualquiera ni un simple “hinchazón pasajera”. Es una señal clara de que el cuerpo está tratando de decir algo importante, aunque muchas veces preferimos no escucharlo.

Para muchas personas, este tipo de inflamación comienza como algo aparentemente inofensivo. Un poco de pesadez en las piernas al final del día, el zapato que aprieta más de lo normal o la media que deja marcas profundas en la piel. Al principio se le resta importancia, se le atribuye al calor, al cansancio o a haber pasado muchas horas de pie o sentado. Sin embargo, cuando la hinchazón se vuelve persistente y deja huella al presionar, estamos ante algo que merece atención.

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Este fenómeno se conoce comúnmente como edema con fóvea, aunque la mayoría de las personas jamás ha escuchado ese término. Lo que sí reconocen es la sensación: piel estirada, pesadez, incomodidad e incluso dolor. La palabra “edema” no es más que la acumulación anormal de líquido en los tejidos del cuerpo, y cuando ese líquido se queda atrapado en las piernas, los tobillos o los pies, el cuerpo lo muestra de forma muy evidente.

Lo que hace tan particular a este tipo de edema es precisamente lo que se ve en la imagen: al presionar con un dedo, queda una hendidura visible que tarda en desaparecer. Esa pequeña prueba casera, que muchos médicos realizan en consulta, puede dar pistas muy valiosas sobre el origen del problema. No es una simple hinchazón por un golpe o una picadura, es algo que viene desde dentro.

Las piernas suelen ser las primeras en mostrar este tipo de señales porque la gravedad juega en contra. El corazón tiene que trabajar más para hacer que la sangre regrese desde los pies hasta el resto del cuerpo. Cuando algo falla en ese recorrido, ya sea el corazón, los riñones, el hígado o las venas, el líquido comienza a acumularse donde menos resistencia encuentra: abajo.

Una de las causas más comunes está relacionada con problemas circulatorios. Las venas de las piernas tienen válvulas que ayudan a empujar la sangre hacia arriba. Cuando esas válvulas se debilitan o se dañan, la sangre se estanca y el líquido se filtra hacia los tejidos. Esto ocurre con frecuencia en personas que pasan muchas horas de pie, en quienes tienen antecedentes familiares o en quienes han sufrido trombosis.

Otra causa importante tiene que ver con el corazón. Cuando el corazón no bombea con la fuerza necesaria, la sangre no circula adecuadamente y el líquido se acumula en zonas dependientes como las piernas y los pies. En estos casos, la hinchazón suele empeorar al final del día y mejorar un poco al elevar las piernas, aunque nunca desaparece del todo.

Los riñones también juegan un papel clave. Son los encargados de filtrar los líquidos del cuerpo y eliminar el exceso a través de la orina. Cuando no funcionan correctamente, el cuerpo retiene agua y sal, y ese exceso termina manifestándose en forma de edema. Muchas veces, las piernas hinchadas son una de las primeras señales visibles de un problema renal que aún no ha dado otros síntomas claros.

El hígado, aunque menos mencionado, tampoco queda fuera de la lista. Las enfermedades hepáticas pueden alterar la producción de proteínas esenciales para mantener el equilibrio de líquidos en el cuerpo. Cuando ese balance se rompe, el líquido se escapa de los vasos sanguíneos y se acumula en los tejidos, provocando hinchazón no solo en las piernas, sino también en el abdomen.

No se puede dejar de lado el efecto de algunos medicamentos. Ciertos tratamientos para la presión arterial, antiinflamatorios, hormonas o fármacos para la diabetes pueden provocar retención de líquidos como efecto secundario. En estos casos, muchas personas no asocian la hinchazón con el medicamento hasta que el problema se vuelve evidente.

La imagen también invita a reflexionar sobre lo fácil que es normalizar síntomas que no deberían ser normales. Vivimos tan acostumbrados a convivir con molestias que muchas veces las aceptamos como parte de la rutina. “Siempre se me hinchan los pies”, “eso me pasa desde hace años”, “es por la edad”. Frases comunes que retrasan una consulta médica que podría marcar la diferencia.

Además del aspecto físico, el edema afecta la calidad de vida. Caminar se vuelve incómodo, los zapatos no entran, la piel puede agrietarse y aumentar el riesgo de infecciones. En casos avanzados, la piel se vuelve frágil y puede romperse con facilidad, abriendo la puerta a complicaciones más serias.

Es importante aclarar que no todo edema es grave, pero ningún edema persistente debería ignorarse. El cuerpo tiene un lenguaje propio, y la hinchazón es una de sus formas más claras de pedir ayuda. La clave está en identificar la causa y tratarla, no solo en esconder el síntoma.

El tratamiento depende completamente del origen del problema. En algunos casos, bastan cambios en el estilo de vida: reducir el consumo de sal, moverse más, evitar pasar muchas horas en la misma posición y elevar las piernas al descansar. En otros, es necesario un tratamiento médico específico que puede incluir medicamentos, medias de compresión o terapias más avanzadas.

Lo que nunca se recomienda es la automedicación. Tomar diuréticos sin supervisión médica puede parecer una solución rápida, pero puede generar deshidratación, desequilibrios electrolíticos y empeorar el problema de fondo. El edema no es un enemigo a combatir a ciegas, sino una señal que debe interpretarse correctamente.

La imagen que acompaña este artículo no busca alarmar, sino concienciar. Es un recordatorio visual de que el cuerpo habla, aunque no siempre con palabras. A veces lo hace con hinchazón, con marcas en la piel, con incomodidad persistente. Escuchar a tiempo puede evitar complicaciones mayores.

Si alguna vez has notado que tus piernas se hinchan con facilidad, que la piel queda marcada al presionarla o que la sensación de pesadez no desaparece, no lo dejes pasar. Consultar a un profesional de la salud no es exagerar, es cuidarse. La prevención, en estos casos, siempre será el mejor tratamiento.

Al final del día, nuestro cuerpo es el único lugar donde vamos a vivir toda la vida. Prestarle atención, incluso a las señales que parecen pequeñas, puede marcar una gran diferencia en el futuro. A veces, una simple imagen basta para abrirnos los ojos y recordarnos que la salud no se negocia.