Ese pitido constante, ese sonido agudo que parece venir de ninguna parte y que insiste en quedarse, puede llegar a ser desesperante. Muchas personas lo describen como un zumbido, un silbido o incluso un murmullo dentro del oído, y aunque a veces dura unos segundos, en otros casos se vuelve una compañía diaria nada agradable. Este fenómeno, conocido como tinnitus, no es una enfermedad en sí misma, pero sí puede ser la señal de que algo en nuestro cuerpo no está del todo bien.

El tinnitus puede aparecer a cualquier edad y por múltiples razones. Hay quienes lo experimentan después de estar en lugares con mucho ruido, como conciertos o discotecas, mientras que en otros surge sin motivo aparente. Lo que pocos saben es que, aunque en ocasiones desaparece solo, cuando se presenta de manera frecuente o constante es una señal que no debemos ignorar.
IMPORTANTE: El video relacionado a esta historia lo encontrarás al final del artículo.
El impacto del zumbido en el oído va más allá de lo molesto que pueda resultar. Cuando se convierte en algo crónico, puede afectar nuestra concentración, nuestro sueño y hasta nuestro estado de ánimo. Imagina intentar dormir con un sonido que no proviene del exterior, sino que parece estar atrapado en tu cabeza. Con el tiempo, esto puede derivar en estrés, ansiedad e incluso depresión.
Entre las causas más comunes se encuentra la exposición prolongada a ruidos fuertes. Trabajar con maquinaria pesada, asistir regularmente a eventos con música a alto volumen o escuchar auriculares a todo lo que da, puede dañar las diminutas células del oído interno encargadas de transmitir el sonido al cerebro. Una vez dañadas, estas células no se regeneran, y ahí es cuando el zumbido puede aparecer.
Otra causa frecuente son los problemas circulatorios. El oído interno necesita un flujo sanguíneo constante para funcionar correctamente, y cuando este se ve afectado por hipertensión, colesterol alto o problemas vasculares, el tinnitus puede hacerse presente. También hay casos en los que está relacionado con la acumulación de cera, infecciones, cambios hormonales o efectos secundarios de ciertos medicamentos.
El impacto emocional de este problema es algo que no debe subestimarse. Al inicio, uno intenta “acostumbrarse” al sonido, pero con el tiempo, la constante interrupción puede generar irritabilidad y dificultad para realizar tareas cotidianas. Algunas personas incluso evitan situaciones de silencio absoluto, porque es en esos momentos cuando el zumbido se percibe con mayor intensidad.
