
Desde hace siglos, el jengibre y los clavos de olor han sido parte de los remedios caseros que muchas culturas usan para aliviar malestares y fortalecer el cuerpo. Aunque hoy en día los encontramos fácilmente en la cocina, sus beneficios van mucho más allá del sabor que le dan a los platillos.

El jengibre, por ejemplo, es bien conocido por su capacidad para calmar el estómago, aliviar dolores y ayudar a que la sangre fluya mejor. Tiene un compuesto llamado gingerol, que es lo que le da ese toque picante y muchas de sus propiedades curativas. Se ha usado tradicionalmente para combatir las náuseas, mejorar la digestión y reforzar las defensas del cuerpo.
Los clavos de olor, por otro lado, tienen un aroma muy característico y están llenos de eugenol, una sustancia que ayuda a reducir la inflamación y combatir microbios. No es raro que nuestras abuelas los usaran para el dolor de muelas o para preparar infusiones cuando alguien se resfriaba. También ayudan al estómago a trabajar mejor, sobre todo si hay gases o hinchazón.
Cuando se juntan, jengibre y clavos hacen una combinación muy poderosa. Preparados en forma de té, ayudan a aliviar síntomas de la gripe, el resfriado, o incluso molestias digestivas. Es una bebida que reconforta, calienta el cuerpo y puede darte un empujón cuando no te sientes al cien.
¿Cómo prepararlo? Pon a hervir una taza de agua con un poco de jengibre fresco rallado (como una cucharadita) y unos 3 o 4 clavos. Déjalo hervir unos 10 minutos, cuélalo y, si quieres, agrégale miel para endulzar. Puedes tomarlo una o dos veces al día, sobre todo si estás resfriado o te sientes bajo de energía.
Además de los beneficios para la salud, esta infusión tiene un aroma especiado y un sabor que reconforta. Es ideal para cerrar el día con algo calientito o para empezar la mañana con más ánimo.
En pocas palabras, incluir esta mezcla natural en tu rutina puede ayudarte a sentirte mejor por dentro y por fuera. No necesitas mucho para prepararla, y tu cuerpo te lo va a agradecer.
