En toda relación, llega un punto en el que la confianza supera la timidez y el pudor inicial. Las parejas comienzan a mostrarse tal como son, con sus manías, sus hábitos y, claro, sus costumbres no tan limpias. Y aunque nadie lo diga en voz alta, la verdad es que hay muchas cosas poco higiénicas que las parejas hacen y prefieren mantener en secreto.

No se trata de juzgar a nadie, sino de reconocer que la convivencia trae consigo una naturalidad que a veces puede rozar lo “asqueroso”, pero que, paradójicamente, también fortalece el vínculo. Porque cuando alguien te ve despeinado, con mal aliento o usando su cepillo de dientes sin drama, ya sabes que hay confianza real.
📌 IMPORTANTE: El video relacionado a esta historia lo encontrarás al final del artículo.
A continuación, te contaré algunas de esas cosas que muchas parejas hacen, aunque jamás lo admitirían abiertamente. Si te sientes identificado con varias, tranquilo… no estás solo.
- Compartir el cepillo de dientes “solo por una vez”
Aunque parezca inofensivo, usar el cepillo de tu pareja “porque se te olvidó el tuyo” no es nada recomendable. Aun así, más de una pareja lo hace. En teoría, si ya se besan, ¿qué daño puede hacer?, pero la realidad es que los cepillos acumulan bacterias que no deberían compartirse. Sin embargo, cuando hay confianza y prisa, muchos optan por hacerlo sin pensarlo mucho. - Usar la misma toalla de baño
Otro clásico. La toalla del baño se convierte en territorio compartido cuando el amor y la convivencia avanzan. “Total, estamos limpios después de bañarnos”, suelen decir. Pero lo cierto es que las toallas húmedas son un caldo de cultivo perfecto para bacterias y hongos. Aun así, a muchos no les importa y siguen compartiéndolas con total naturalidad. - Olerse entre sí (aunque sea sin querer)
Sí, puede sonar raro, pero pasa. Desde oler la ropa del otro para ver si está limpia, hasta acercarse al cuello o la axila “para ver si huele bien”. La química entre las parejas a veces se mezcla con costumbres que, si las analizamos fríamente, no son precisamente higiénicas. Pero claro, cuando hay cariño, el olfato se vuelve más tolerante. - Usar el mismo vaso, botella o cubiertos
Compartir un vaso de agua o la misma cuchara mientras comen algo juntos es casi una costumbre universal en las parejas. Aunque no es lo más higiénico, la mayoría no le ve problema. En esos momentos, el amor parece tener más peso que las bacterias. - Dejarse ver (y oír) en momentos “íntimos del baño”
Cuando la confianza llega a su punto máximo, algunas parejas ya no sienten la necesidad de esconderse para ir al baño. Incluso hay quienes mantienen conversaciones mientras uno de los dos está haciendo sus necesidades. Aunque es una muestra clara de cercanía, no deja de ser una de las prácticas menos higiénicas dentro de la convivencia. - Dormir sin ducharse después de un día largo
A todos nos ha pasado: llegar cansados, acostarse juntos y prometer que “mañana me baño”. El problema es que el sudor, el polvo y las bacterias del día terminan compartiéndose en las sábanas. Es algo común, pero poco saludable. Lo peor es que, al hacerlo en pareja, se multiplica la exposición a gérmenes. - Explotarse granos o espinillas mutuamente
Aunque muchos no lo admitirían públicamente, esto es más común de lo que parece. Hay parejas que lo hacen casi como un acto de cariño o de “cuidado personal”. Pero lo cierto es que tocar granos o heridas del otro no es para nada higiénico. Aun así, hay quienes lo disfrutan y hasta dicen que fortalece la confianza. - Usar la misma cuchilla o rasuradora
Otra práctica bastante extendida. En un momento de apuro, uno de los dos toma la cuchilla del otro para afeitarse. Sin embargo, compartir rasuradoras puede causar irritaciones o infecciones, ya que las cuchillas pueden tener restos de piel, vello o sangre microscópica. Pero claro, en el amor y la convivencia, a veces la comodidad gana. - Dormir con la ropa de estar en casa sin lavarla por días
Algunas parejas, sobre todo las que viven juntas desde hace tiempo, pueden caer en la costumbre de usar la misma ropa de casa durante varios días seguidos. Aunque parezca inofensivo, la ropa acumula sudor, células muertas y bacterias. Pero entre la rutina y la comodidad, es un detalle que muchos pasan por alto. - Besarse justo después de despertar
Ese beso matutino puede parecer romántico en las películas, pero en la vida real tiene un toque de “arriesgado”. Después de horas sin cepillarse los dientes, la boca acumula bacterias que generan mal aliento. Sin embargo, cuando hay amor, a nadie le importa y el beso mañanero sigue siendo parte del ritual diario.
- Compartir el mismo peine o cepillo para el cabello
A veces, por comodidad, uno de los dos toma el cepillo del otro sin pedir permiso. Pero esto puede transferir grasa, restos de piel o incluso piojos (sí, aunque suene extremo). A pesar de eso, es una práctica bastante común entre parejas con mucha confianza. - Comer en la cama y no limpiar después
Esa costumbre de ver una película y comer juntos en la cama puede ser linda… hasta que las migas se acumulan entre las sábanas. Con el tiempo, esto puede atraer insectos o provocar irritaciones en la piel. Pero el placer de disfrutar una cena entre risas y caricias hace que muchos ignoren el detalle higiénico. - Usar la misma almohada
Aunque cada uno tenga su lado de la cama, es común que terminen compartiendo la misma almohada en algún momento. Sin embargo, las almohadas acumulan saliva, sudor y bacterias. Cambiarlas o lavarlas regularmente es clave, pero la mayoría no lo hace con frecuencia. - Dejar que el otro use su desodorante
“Solo un poquito, no pasa nada”, suelen decir. Pero sí pasa. El desodorante puede acumular bacterias de la piel y, al compartirlo, se pueden transmitir. Aun así, en los apuros del día a día, pocas parejas se detienen a pensar en eso. - Compartir el mismo hilo dental o cortauñas
Sí, aunque parezca increíble, hay parejas que llegan a ese nivel de confianza. Sin embargo, ambos objetos pueden contener microorganismos y residuos que no deberían compartirse. Es un pequeño descuido que puede traer consecuencias para la salud bucal o de la piel.
Todas estas pequeñas “costumbres” muestran que el amor puede con casi todo, incluso con las bacterias. Lo importante es mantener un equilibrio entre la confianza y la higiene. Porque aunque compartir es bonito, también es necesario cuidar la salud propia y la de quien amamos.
La convivencia puede ser maravillosa, pero no está de más poner atención a esos hábitos que, aunque parezcan inofensivos, podrían traernos problemas a largo plazo. A veces, el mejor acto de amor es mantener una buena higiene… incluso cuando nadie está mirando.
