Consejo fácil de técnico para ahorrar el gas en la casa.

Ahorrar gas en la casa no es solo una cuestión de reducir la factura a fin de mes, también tiene que ver con seguridad, comodidad y hasta con cuidar un poco el bolsillo sin sacrificar la rutina diaria. Muchas veces creemos que para gastar menos gas hay que hacer grandes cambios, comprar equipos costosos o vivir con restricciones, pero la realidad es otra. Con algunos ajustes sencillos y consejos prácticos, muchos de ellos usados por técnicos en el día a día, se puede notar una diferencia real.

El gas es uno de esos servicios que usamos casi sin pensarlo. Cocinamos, calentamos agua, usamos el horno o el calentador y seguimos con la vida normal. El problema aparece cuando llega la factura y sentimos que algo no cuadra. “Si casi no cocino”, “solo somos dos personas”, “el calentador se usa poco”… y aun así el consumo parece alto. Ahí es donde entran en juego los detalles que casi nadie revisa, pero que marcan la diferencia.

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Uno de los consejos más básicos, y al mismo tiempo más ignorados, tiene que ver con la revisión periódica de la instalación de gas. No se trata solo de buscar fugas visibles u olores fuertes. Muchas veces hay pequeñas pérdidas en conexiones, mangueras envejecidas o llaves mal ajustadas que no se notan, pero que están ahí, consumiendo gas las 24 horas. Un técnico siempre recomienda revisar las mangueras flexibles cada cierto tiempo y cambiarlas si ya están duras, cuarteadas o vencidas. No es un gasto, es una inversión en ahorro y seguridad.

Otro punto clave está en la cocina. Aquí es donde más gas se consume en la mayoría de los hogares. Un truco sencillo es usar ollas y sartenes del tamaño adecuado para cada hornilla. Cuando la llama se sale por los lados, ese gas se está desperdiciando. La llama debe cubrir el fondo del recipiente, no rodearlo. Además, mantener las hornillas limpias ayuda a que la combustión sea más eficiente. Cuando están sucias o tapadas, la llama se vuelve amarilla, gasta más gas y cocina peor.

Hablando de la llama, un detalle técnico que pocos conocen es que una llama azul indica una buena combustión. Si notas que la llama es amarilla o anaranjada, algo no está funcionando bien. Puede ser suciedad, falta de aire o un problema en el quemador. Corregir eso no solo ahorra gas, también evita hollín en las ollas y reduce riesgos dentro de la cocina.

El uso de tapas al cocinar es otro consejo simple pero poderoso. Tapar una olla permite que los alimentos se cocinen más rápido, conservando el calor y reduciendo el tiempo que la hornilla está encendida. Muchos técnicos lo repiten una y otra vez: cocinar con tapa puede reducir el consumo de gas hasta en un 30% en algunos casos. Y lo mejor es que no cuesta nada cambiar ese hábito.

En cuanto al horno, conviene usarlo con inteligencia. Abrir la puerta constantemente para “ver cómo va” hace que se pierda calor y obliga al horno a consumir más gas para recuperar la temperatura. Si el horno tiene luz, úsala. Y si no, confía un poco más en el tiempo de cocción. Además, aprovechar el horno para cocinar varios platos al mismo tiempo también es una buena práctica. Un solo encendido puede rendir mucho más de lo que creemos.

El calentador de agua merece un apartado especial. Es uno de los equipos que más gas consume en la casa, sobre todo cuando está mal regulado. Un error común es tenerlo a una temperatura demasiado alta y luego mezclar con agua fría. Eso es gas desperdiciado. Lo ideal es regular el calentador a una temperatura cómoda, que permita usar el agua directamente sin mezclar tanto. Un técnico siempre ajusta primero el calentador antes de buscar otros problemas.

También es importante revisar si el calentador se apaga correctamente cuando no se está usando. Algunos modelos antiguos siguen consumiendo gas aunque no se esté usando agua caliente. En esos casos, aprender a apagarlo cuando no se necesita, o cambiar a un modelo más eficiente, puede marcar una gran diferencia en el consumo mensual.

Otro consejo técnico muy útil tiene que ver con la ventilación. Una cocina mal ventilada no solo es peligrosa, también hace que la combustión sea menos eficiente. Cuando no hay suficiente oxígeno, el gas no se quema bien y se necesita más cantidad para lograr el mismo resultado. Abrir una ventana o asegurar una buena entrada de aire ayuda a que el gas rinda mejor.

El mantenimiento de los equipos es algo que solemos dejar para después. Sin embargo, un calentador o una estufa con mantenimiento al día siempre consume menos gas. Limpiar quemadores, revisar válvulas y asegurarse de que todo funcione como debe no es solo tarea del técnico, también podemos hacer una parte básica en casa. A veces, solo con una buena limpieza, el consumo mejora notablemente.

Un hábito que muchos pasan por alto es apagar la llama unos minutos antes de que la comida esté completamente lista. El calor acumulado termina la cocción sin necesidad de seguir gastando gas. Esto aplica sobre todo para arroz, pastas y guisos. Es un truco sencillo que, sumado día tras día, se nota en el consumo final.

En casas donde se usa gas en bombona, la ubicación también influye. Colocar la bombona en un lugar fresco y ventilado ayuda a que el gas mantenga una presión estable y se aproveche mejor. El calor excesivo puede afectar el rendimiento y la seguridad del sistema. Un técnico siempre revisa dónde está colocada antes de hacer cualquier ajuste.

La planificación en la cocina también ahorra gas. Cocinar varias comidas en un solo momento, en lugar de encender la estufa varias veces al día, reduce el consumo. Por ejemplo, preparar almuerzos y cenas con antelación o dejar listas algunas bases para la semana. No solo ahorra gas, también tiempo y estrés.

En hogares donde hay niños o varias personas, educar a todos sobre el uso responsable del gas es fundamental. A veces el consumo alto no viene de un solo problema, sino de muchos pequeños descuidos: hornillas encendidas sin nada encima, calentador prendido todo el día, horno usado para recalentar pequeñas porciones. Hablar del tema y crear hábitos en familia ayuda más de lo que parece.

Un consejo técnico muy valioso es no improvisar reparaciones. Muchas personas intentan “arreglar” una fuga o un problema con soluciones caseras que terminan siendo peligrosas y costosas. Si hay olor a gas, lo correcto es cerrar la llave, ventilar el área y llamar a un profesional. A veces, una reparación mal hecha aumenta el consumo sin que nos demos cuenta.

También es buena idea comparar el consumo mes a mes. Llevar un registro simple ayuda a detectar cambios extraños. Si de repente el gasto sube sin una razón clara, probablemente haya un problema que necesita atención. Los técnicos siempre recomiendan no esperar a que el consumo se dispare para revisar.

En resumen, ahorrar gas en casa no es cuestión de magia ni de sacrificios extremos. Es prestar atención a los detalles, adoptar hábitos más inteligentes y escuchar esos consejos sencillos que los técnicos repiten porque funcionan. Desde revisar mangueras hasta cocinar con tapa, cada pequeño cambio suma. Y cuando todos en casa ponen de su parte, el ahorro se nota no solo en la factura, sino también en la tranquilidad de saber que todo está funcionando como debe.