
El color de la orina es un indicador importante de la salud general del cuerpo y puede reflejar desde el nivel de hidratación hasta la presencia de infecciones, enfermedades o consumo de ciertos alimentos o medicamentos. Observar sus variaciones puede ayudar a detectar problemas antes de que se agraven.
La orina normalmente presenta un color amarillo claro, resultado de un pigmento llamado urobilina, que proviene de la descomposición de la hemoglobina en el hígado.

Este tono puede variar según la concentración: una orina muy clara indica una buena hidratación, mientras que un tono amarillo oscuro o ámbar puede señalar deshidratación.
Otras tonalidades pueden alertar de condiciones particulares:
Amarillo muy pálido: Hidratación óptima.
Amarillo intenso o ámbar: Posible deshidratación.
Marrón: Puede deberse a deshidratación severa, consumo de habas o medicamentos, o problemas hepáticos.
Roja o rosada: A veces es causada por alimentos como remolacha o arándanos, pero también puede indicar la presencia de sangre (hematuria), lo cual requiere atención médica.
Azul o verde: Generalmente por colorantes en alimentos o medicamentos. En raros casos, puede deberse a infecciones bacterianas o trastornos genéticos.
Blanca o turbia: Puede estar relacionada con infecciones urinarias, presencia de pus, cristales o exceso de fosfato.
Naranja: Posiblemente por medicamentos (como rifampicina), deshidratación o problemas hepáticos o biliares.
Negra: Rara, asociada a trastornos como la alcaptonuria o consumo de ciertos fármacos.
Además del color, también es relevante observar otros aspectos como el olor, la frecuencia y la claridad de la orina. Cambios persistentes sin explicación evidente (alimentación o medicamentos) deben ser evaluados por un profesional de la salud.
En conclusión, prestar atención al color de la orina puede ofrecer pistas tempranas sobre el estado del organismo. Una observación regular y consciente puede convertirse en una herramienta útil para mantener el bienestar general.
