INGREDIENTES (para dos raciones)
2 calabacines
1 bote de tomate frito
queso rallado
INGREDIENTES (para la bechamel)
1 vaso de leche
4 cdtas de harina de avena
1/3 de cdta de nuez moscada molida
sal
Lavamos muy bien los calabacines, sin pelar. Los cortaremos en láminas finas y los llevaremos en una sartén con un chorrito de aceite y sin nada de sal.
No añado sal en este momento, para evitar que suelten agua y queden demasiado blandos.
Con cuidado iremos mezclando los calabacines hasta que estén hechos. Yo voy sacando, a medida que se van haciendo. Cuando estén todos listos, sacamos a un plato y salamos ligeramente.
Mientras tanto, vamos a preparar la bechamel de avena.
En un cazo que llevaremos al fuego, ponemos un vaso de leche, añadimos sal y nuez moscada.
Cuando suba un poquito la temperatura de la leche, añadimos la avena en forma de lluvia y con la ayuda de unas varillas manuales, mezclamos hasta que empiece a hervir.
Dejaremos que hierva durante unos minutos, sin dejar de remover, hasta que veamos que tiene una consistencia de bechamel.
En caso que veas que te queda espesa puedes añadir algo más de leche, o algo más de harina si ves que queda demasiado clara.
Probaremos el punto de sal.
Precalienta el horno a 250°. Vamos a terminar el plato gratinándolo.
En un recipiente que llevaremos al horno, ponemos una capa con un par de cucharadas de tomate, otra capa del calabacín, espolvoreamos queso rallado y seguimos poniendo capas hasta llenarlo.
Echamos unas cucharadas de la bechamel de avena, un poco de queso y llevamos al horno, hasta que esté ligeramente tostado.